28 de abril de 2020


                                 PUEBLA DE LA CALZADA Y LAS EPIDEMIAS
      Habremos de reconocer, por la más simple y lógica de las razones, que después de 45 días viviendo, o sufriendo, el estado de alarma y su principal consecuencia social, el confinamiento, la situación ya se deja caer con el peso intangible del cansancio, de la desesperanza y el desasosiego, y que comienza a hacerse difícil llevarlo, aunque no hay más que sobrellevarlo de la mejor manera posible y el mejor ánimo que podamos encontrar en el fondo más fondo de nuestra capacidad de adaptación a las circunstancias. Y en estas circunstancias, a algunos nos da por seguir la linde y buscar y rebuscar para que el tiempo, aunque siga corriendo igual de lento o de rápido según se mire, sea más agradable, más suave, mejor.
       En estos momentos, poco me importa entender la diferencia, o la similitud que las define, las une o las separa, si la hay, hubiera o hubiese, entre epidemia y pandemia, porque las dos, o una y dual, atentan contra el ser humano, en el único capital del que deberíamos presumir, la vida con salud, principal parapeto para el fin último. Porque, en este afán, por Decreto Ley, de permanencia entre las cuatro paredes de nuestro más particular universo, me ha dado por saltar sobre el rio de la historia y pensar en ocasiones parecidas, cuya herida han suturado el tiempo, las formas y los fondos, haciendo desaparecer la cicatriz que dejaron por encima del conocimiento, los medios y los resultados.
       Tres, con sus brotes, rebrotes y derivaciones, son hasta ahora las epidemias – la Peste, el Cólera y la Gripe (mal e injustamente llamada) Española – que a lo largo de la Historia, asomaron el “hocico” para descargar la furia de su naturaleza sobre el ser humano y sus circunstancias, ostentando el dudoso y trágico “honor” de ser las “más contagiosas”, “más mortíferas” y “más devastadoras”, y que después de cobrarse, según los expertos, aproximadamente 300 millones de vidas, cambiaron costumbres, formas, fondos y contribuyeron a su manera, al desarrollo en la investigación para encontrar lo que pudiera hacerles frente y terminar con ellas y las venideras.
         El cólera, como enfermedad, fue descrito por Hipócrates entre los siglos V y IV antes de nuestra era, y por Galeno, medico griego del siglo II, pero será en el siglo XVI cuando se hable de dos brotes en la India. Brotes que se repetirán en el tiempo, hasta terminar extendiéndose a otras zonas, países y continente, llegando a contabilizarse por los expertos la existencia de seis pandemias de cólera en apenas un siglo de historia.
        Parece que la primera se declaró en 1817 en la zona india de Calcuta, que paulatinamente fue extendiéndose a Birmania, Filipinas, China y Oriente Medio. No pasaría mucho tiempo para la llegada de la segunda (1.829) que llegó a Rusia, Austria, zonas de Alemania, Inglaterra, Irlanda, Francia, Bélgica, Noruega, Portugal, además de Canadá, Estados Unidos, y tal vez algunas zonas de América Latina, y naturalmente, España. Será en agosto de 1833, en el puerto de Vigo, con réplicas en parte de la Andalucía Occidental, en donde demostró una virulencia inusual y desde donde se extendió hasta alcanzar Madrid, Ávila, Cuenca, y finalmente Cáceres. A pesar del supuesto progreso y desarrollo, se dice que en Madrid se dieron algunos casos de linchamiento de frailes, acusados de ser envenenadores de las aguas, desarrollándose una casi “caza de brujas” con multitud de denuncias de personas “sospechosas” de contaminar el agua. España vivía en aquel momento – ¡y cuando no! – una complicada y delicada situación política, con la causa sucesoria rondando bolsillos y conciencias, y la Primera Guerra Carlista calentando motores.
      La propagación de la enfermedad – lejana, y desconocidos su origen y su tratamiento – motivó la necesidad de dictar medidas sanitarias, como las adoptadas en sesión de 13 de mayo de 1832 por el Ayuntamiento de Puebla de la Calzada “con el fin de poner en ejecución las medidas sanitarias que requiere el estado de las enfermedades que se experimentan, habiendo concurrido D. Melchor Álvarez, médico titular de la misma, hizo varias proposiciones para evitar aquellos males…
      Entre otras medidas, se recomienda que los animales “de cerda” se reúnan en un Corral suficiente que estaría situado “al Norte, en los Cascajales del Ejido Ansarero, para que a manada del común sea colocada a la dormida.” El costo de la construcción del corral “será satisfecho a prorrata de cabezas por los mismos dueños”, y se obligó a los vecinos que tuvieran animales en sus casas, a incorporarlos “en la manada del común para evitar los perjuicios de consideración que en otro caso deben seguirse a la salud pública…” Aquellas medidas hablaban también de limpiar las aguas residuales. Con el tiempo se formaron cordones sanitarios y se crearon lazaretos para el aislamiento.
       En 1.852, por el recrudecimiento de algunos brotes locales y aislados, propagados posiblemente por un importante movimiento migratorio entre pueblos y ciudades, se produjo la tercera epidemia de cólera morbo, nuevamente en India, desde donde se extendió a regiones limítrofes y cercanas, al tiempo que se desarrollaba la enfermedad en Europa, desde donde pasó al continente americano.    
      La guerra de Crimea, “en vigor”, fuera el que fuera el detonante y fueran quienes fueron los países participantes, fue un buen vehículo de transmisión para llevarla a países cercanos, y seguir propagándose hasta, como era de esperar, recalar en España allá por el año de 1.854, extendiéndose con rapidez especialmente por zonas del interior.
      Sabemos, casi con exactitud, cuando hizo “escala” en Puebla de la Calzada, aquella tercera epidemia, si hemos de creer a los documentos escritos por encima de suposiciones y comentarios. El 20 de agosto de 1.854, estaba “llamando a la puerta”, lo que motivó que en sesión del día 20 se celebrara sesión ordinaria por “la necesidad de adoptar medidas de precaución para evitar que la enfermedad del cólera morbo que se padece en la ciudad de Almendralejo se transmita a esta villa…
     Hubo también un “comité de técnicos” ya que “concurrieron los facultativos de Medicina, Cirugía y Farmacia, existentes en este pueblo y en su consecuencia, oído el dictamen de estos, que lo son, don Indalecio Mesa, don Antonio García, don José Romero y don Francisco Yerto, se lleven a efecto las siguientes disposiciones…
         Se recomendó la ventilación de las casas, el aseo de las calles, el cuidado en la compra de carnes en puestos públicos, y se prohibió “el cebo de cerdos dentro de la población y su circunferencia.” Se dispuso que “todo los transeúntes procedentes de puntos infectados por dicha enfermedad, sean detenidos y observados por espacio de tres días, fijando de lazareto la Casa del Conde de Torrefresno… 
     Pero lo mejor de todo, ¡ay, que no aprendemos!, se intentó prevenir antes que curar. Se formó una comisión de siete hombres “con carácter de consultiva y auxiliar de esta Corporación en caso de necesidad”, para “inspeccionar las casas del pueblo, para ver si sus habitantes cumplen con las medidas de higiene adoptadas…” Y, además, se propuso abrir una suscripción “para socorrer las primeras necesidades en caso de que por desgracia se experimenten en este pueblo los rigores de la epidemia, se abra una suscripción…
        En aquellos días, se aisló en el lazareto a las familias de don Felipe Martínez y don Pablo Parrillas (¿?), vecinos de Almendralejo durante siete días.  Y como se había dispuesto que serían tres los días de aislamiento, pidieron autorización para entrar en Puebla de la Calzada, lo que se le autoriza previo reconocimiento médico. Pero aquel 28 de agosto, se dispuso la más absoluta cuarentena, porque “de hoy en adelante no se dé entrada en la población a ningún familiar procedente de los puntos contagiados sin que antes haya sufrido cuarenta días de lazareto, transcurridos los cuales y practicándose antes reconocimiento médico, no se les ponga impedimento alguno en la entrada…
       No tardaron en llegar las medidas más severas, porque parece que Puebla de la Calzada se convirtió en destino prioritario de quienes huían de la enfermedad, lo que comenzó a provocar una situación más que preocupante. De forma que el 3 de septiembre y ante la petición repetida de otras familias de ser acogidas en el pueblo, el Ayuntamiento hubo de disponer que:
-         Considerando que de la aglomeración de muchas familias pueden arrogarse males que afecten a la salud pública, mediante a que este pueblo es de escasa extensión y sus casas no ofrecen las mayores comodidades, acuerda que en lo sucesivo no se permita la entrada en la población a ninguna persona, cualquiera que sea su procedencia por más de veinticuatro horas, pasadas las cuales las desalojarán sin excusas ni pretextos de ninguna clase.
        Además, parece que se estableció una “guardia vecinal” que ocupó a casi todos, de tal forma que causó la falta de atención necesaria de las labores propias, hasta que en sesión de veintiséis de septiembre se acuerda que “no se moleste al vecindario con multiplicar la guardia como preventivo para librar de la enfermedad del cólera morbo asiático”, y apelan al “cumplimiento de sus deberes legales” en lo relativo a las medidas higiénicas, “porque no basta la incomunicación para evitar la invasión… porque la enfermedad se transmite por la libre comunicación y por el contacto…
        Pero el peligro seguía llamando a las puertas y nadie iba a venir a solucionar los problemas propios de sus vecinos. Y se decidió tomar la medida más restrictiva, pero medida que nos trae a la realidad más cercana y contemporánea. El 26 de septiembre, la Corporación, “considerando que se acerca la estación más urgente para el labrador, y que para la sementera se necesitan brazos que hoy se hallan ocupados en las guardias colocadas a las entradas del pueblo, conciliando la necesidad agrícola con la conservación de la salud pública…”, acordaron:
-     Que se cierren con tapias hasta la altura necesaria todas las entradas de esta villa que sean menos frecuentadas, para que las guardias se reduzcan al menor número posible y los agricultores no sufran el menor perjuicio… dos alarifes designarán el número de carros de tierra que se necesiten, y se requerirá a los labradores para que concurran con los suyos a los diferentes puntos…
-    En el caso de que algún vecino admita en su casa a algún forastero, dé cuenta en el preciso término de dos horas y faltando a este deber, se le exigirá la multa de ciento a quinientos reales.
        El 1 de octubre, se reconocía en sesión ordinaria, “estar amenazados y próximos a sufrir los estragos de la enfermedad reinante…” y por ello se adoptaron medidas para poder hacerle frente de la mejor manera posible, en función de los escasos y reducidos recursos que se tenían. Por ello, se dice en aquella sesión, “convendría, por si llega este desgraciado caso, dividir el pueblo en dos distritos, con el objeto que los dos médicos, atienda cada cual el suyo, y los pobres, logren por este medio una asistencia eficaz como requiere la enfermedad.” El primero de aquellos distritos, comprendía las calles, Badajoz, Albaicín, Puente, Plaza, Angosta, Carrera, Iglesia y Corral, y el segundo, las de, Calzada, Puerto, Plazuela, Silos, Nueva, Concepción y Derecha.
         Como quiera que fuera, y si seguimos creyendo en la documentación escrita, Puebla de la Calzada siguió resistiendo la llegada del cólera, aunque conocemos la muerte – ¿caso aislado? –de una niña de 7 años, J. C. G., el día 5 de noviembre de 1854, “del cólera morbo asiático, según certificación del médico, don…
       En sesión de 17 de junio de 1855, “la Junta Municipal de Sanidad necesita recursos para atender a las primeras necesidades en caso de que la población fuera invadida por el Cólera morbo, cuyos funestos resultados experimenta actualmente la próxima del Montijo…El día 18 se estudió la posibilidad detraer otro facultativo médico.
         Pero si el 17 de junio no se reconocía el contagio, que posiblemente no existiera, o si – ¿hubo más muertes en aquel periodo de tiempo, además de la de aquella niña de 7 años? – será entre el 24 de junio y el 22 de julio cuando se reconocerá el contagio, como recoge el acta de sesiones de los días 24 de junio, 1, 8, 15 y 22 de julio, refundidas como una sola, en la que se dice:
-        En los días que se mencionan no hubo sesión porque los individuos de Ayuntamiento, con las atenciones preferentes de la enfermedad del cólera morbo que ha invadido a esta villa, y las particulares propias de la urgente estación, no han concurrido a las Casas Consistoriales.
         Y el 2 de septiembre cuando tras declarar la contratación de un nuevo médico, se reconocerá que el contrato no había sido “elevado a instrumento público, porque la invasión del cólera morbo, que por desgracia se ha sufrido, no lo había permitido.
         No existen muchos más datos escritos al respecto y no sabemos el número de fallecidos (habría que consultar la causa de los fallecimientos habidos en 1854, 1855 y 1856) ni el volumen de la incidencia del contagio en Puebla de la Calzada, pero no parece que fuera demasiado importante. A título de ejemplo, además de aquella niña, J.C.G., conocemos por el Libro de Visitas de la Orden, que don Francisco Casimiro Carrasco, “Presbítero Capellán Colativo y Sacristán de esta Parroquia, falleció de Cólera Morbo, el 3 de julio de 1.855.”
        Porque si lo fue, como algunas voces sugieren, con la información de febrero de 1856 sobre actividades llevadas a cabo en septiembre de 1855, no se demostró demasiada cordura, lo que personalmente, y a falta de mejor testimonio, quiero resistirme a creer, sin olvidar que 7 meses más tarde de que el médico certificara una muerte víctima del cólera, se hablaba de “en caso de que la población fuera invadida…”, lo que no deja de provocar una duda razonable. Y por ello, estoy convencido, también a falta de mejor testimonio, que la epidemia, que en general afectó principalmente a las clases más bajas, en Puebla de la Calzada no fue demasiado agresiva y constante en el tiempo. ¡Claro, que la cepa hispana, es mucha cepa!
         En sesión extraordinaria de 9 de febrero de 1856, “se hizo presente por el Sr. Presidente que en vista de los favorables resultados que en el año anterior (1.855) tuvo la feria que por vía de ensayo y con la competente autorización, se celebró en los primeros días de septiembre por haberse suspendido la de Mérida a consecuencia de la calamitosa enfermedad, convendría el establecimiento de la misma feria…
         Es de imaginar que, dadas las circunstancias, la feria fuera “de aquella manera”, pero no deja de llamar la atención cualquier tipo de celebración que se hiciera en tiempo de, suponemos, enfermedad. Si se suspendió la de Mérida “por la calamitosa enfermedad”, demos un voto de confianza a nuestros antepasados, y creamos que la enfermedad, en esta orilla del Guadiana, había seguido camino y se había olvidado de nosotros.
        
                                                                                      Juan Monzú
                                                                       Cronista Oficial de Puebla de la Calzada.

3 de octubre de 2019


                                                   

                            Elogios, censura y otras cosas

      Será el otoño que acaba de abrirnos las puertas. O la caída de la hoja que provoca nostalgia, intimidad y hasta serenidad recostada en su manto de ocres. Pero ahora que unos se alejan y otros se alegran de esa distancia, ahora que tengo tiempo y no quiero ser su prisionero, ahora, he decidido volver a bucear en la historia, sin pretensiones y desde la más leal y particular de las intenciones. Buscar en los archivos que tenía olvidados, porque me había dado por dedicarme a otros menesteres que creí importantes, pero ¡cá!, que no lo son. Bueno, sí lo son; pero no lo parecen, y ya se sabe que además de serlo, hay que parecerlo.
      Buscar, recorrer de nuevo los pequeños momentos que burbujean por los entresijos de cada día del ayer, pespunteando el renovado caminar que les tocó vivir a hombres y mujeres. Eso que, tanto me gusta a mí y tan poco, a otros. Pequeñas cosas, sin demasiada importancia, casi etéreas, que callejean ajenas a la pedantería de dictadores y libertarios de cartón piedra, lejos de los lascivos devaneos de la política, y atemperando el alma castigada de los inocentes que son los que, a aquellos, menos importan.

       Para empezar, me he detenido en uno de los muchos periodos oscuros que las veleidades y caprichos de reyes, militares y políticos de aquí y de allí, dibujaron en el horizonte patrio, para cobrarse las demoras, los intereses y las amortizaciones, en la piel de los vecinos de a pie que, en definitiva, fueron, eran, son y serán los verdaderos paganos de la truhanería de quienes dicen ser consecuentes con ellos mismos, con el país y con los ciudadanos. ¡Y además se lo creen!
     He mirado, sin meterme en berenjenales políticos, ni sus causas ni sus razones, algunos archivos que nos cuentan cosas de nuestro pueblo, en aquel tiempo que fue desde el 13 de septiembre de 1923 hasta el 28 de enero de 1930. Porque son muchas las vivencias, disposiciones, curiosidades y anécdotas que el silencio del ayer guarda en los garabatos, a veces casi ilegibles, que reposan sobre el papel sucio y húmedo del tiempo. Hoy, unas; otro día, otras. Que haberlas, hailas, profusas y con enjundia.
       En noviembre de 1923 y “por denuncias por infracciones al acuerdo de la Junta Local de Reformas Sociales sobre horas de apertura y cierre fijados a los establecimientos y tiendas de venta en la localidad, por primera vez llama su atención…” se informa al gremio del comercio “para la venta de artículos y géneros de primera necesidad y de consumo público” el horario que tienen autorizado y que se había publicado previamente para "tiendas de ultramarinos y comestibles."
         “Para el ramo de tejidos, desde 1º de abril al 30 de septiembre, excepto los domingos, de 6 y1/2 a 12 y ½ de la mañana y de 4 de la tarde a 8 de la noche. En los demás meses del año de 7 y ½ hasta la una y desde las 3 de la tarde hasta las 7 de la noche.
        Para el ramo de coloniales, el horario establecido en aquella disposición era “en la primera época de 6 a 12 de la mañana y de 4 a 9 de la tarde. Los establecimientos de ultramarinos y comestibles al por menor, podrán abrir los domingos de 6 a 11 de la mañana en todo tiempo para la venta de artículos o especies a que les autorice su respectiva matrícula.
       Pero, como se reconoce en el escrito, alguno o algunos, y de una u otra forma, hicieron de su capa un sayo y comenzaron a saltarse los horarios, muy propio de la cepa hispana, y obligaran a los dependientes a trabajar más horas de las debidas y suponemos que sin remuneración.
     Porque el 22 de junio de 1925 se presentó nueva denuncia por algunos “dependientes de comercio de esta localidad.” Aunque la acción, la reacción y poner remedio a la situación, no parece que fuera la consecuencia y antes bien, no se hizo ningún caso a lo solicitado, porque el 27 de septiembre, aquellos hombres insisten ante la falta de medidas y la reiteración del asunto.
     Sr. Presidente de la Junta local de Reformas Sociales: Los que suscriben, dependientes de comercio de esta localidad, a V., con el debido respeto exponen:

        Que con fecha 22 de junio obra en esa Alcaldía de su digna presidencia, una denuncia sobre infracción de la jornada mercantil y descanso dominical. Y no estando de acuerdo tolerar por más tiempo los abusos cometidos por parte de los Sres. Jefes, llamamos la atención por segunda vez, para que en breve plazo proceda en justicia con arreglo a la ley de la jornada mercantil, y descanso dominical.

       Cinco firmas, perfectamente legibles, rubrican aquella reclamación de la que ignoramos el resultado, aunque posiblemente no sería difícil imaginarlo.

       No es muy conocido, incluso diría yo que es completamente ignorado, el acuerdo tomado en sesión de enero de 1.925 por el Ayuntamiento de Puebla de la Calzada, en consonancia con la iniciativa que tomara el de Madrid el 31 de diciembre anterior, que entre otras determinaciones incluía un homenaje a los Reyes, a celebrar en la capital, que mediante circular remitió a todo el país y con la que “invita a todos los Ayuntamientos a que imiten dicho acuerdo.
      De forma que siguiendo aquella recomendación del Ayuntamiento de la Villa y Corte, y “previa discusión suficiente del particular, por unanimidad, el pleno del Ayuntamiento acordó:
       1º.- Nombrar a S.S.M.M. los Reyes D. Alfonso XIII y Dª Victoria Eugenia, alcalde y alcaldesa honorarios del Ayuntamiento de esta villa, que se acreditará por copia certificada de presente.
      2º.- Que el alcalde acompañado de dos Sres. Concejales, concurra personalmente a Madrid el día 23 del corriente a hacer entrega del precitado nombramiento y manifestar la adhesión de este pueblo a sus Reyes.”

        Si aquella queja de los dependientes de comercio de 1925, encontró solución, no debió ser demasiado firme porque parece que se hizo caso omiso de las disposiciones y las advertencias, si las hubo, de las recomendaciones, si se produjeron, y de los consejos, que quien sabe si tal vez alguien impartió seráficamente. En junio de 1928, vuelve a quejarse un grupo de dependientes de comercio ante el Ayuntamiento, y entre los firmantes figuraba uno de los que ya se quejaron tres años atrás.
      Se viene observando con bastante disgusto, no se cumple por parte de los Jefes de Comercio el horario que determina la ley, así como infracciones en el descanso dominical”, decía aquel escrito.
           Pero en un régimen como el que imperaba en la época, no podía faltar la censura. Un vicio ejercido desde que el mundo es mundo, ya porque así eran las cosas y los tiempos, ya porque a alguien le parecía que así debían ser las cosas, aunque no fueran los tiempos. Un vicio muy ibérico que, más allá de teorías, discursos y suposiciones, de cuando en cuando y por error de conceptos o porque sí (y aunque no lo parezca) asoma la cara, sale a escena y hace mutis por el foro como si no fuera con ella. Y lo hace de la mano, cuando no, de los contrarios (que son los que suenan), de la de los demócratas de salón, que libertad sí, pero según y cómo.    
       En abril de 1924, se recibió en el Ayuntamiento un oficio de fecha 27, que copiaba un telegrama del Gobernador Civil de turno, de fecha 26, que instruía que:
     “El Excmo. Sr. Gobernador Civil de esta Provincia, me dice lo siguiente: Según telegrama subsecretario Gobernación, queda suspendida fiesta trabajo 1º de mayo, cuya orden tramitarán Alcaldes respectivos Ayuntamientos. Lo que traslado a V., para su más exacto cumplimiento, dándome cuenta inmediata de su recibo.
       El 14 de noviembre de 1925 y hemos de imaginar que con una excusa que alguno convirtió en problema, como suele suceder, por su condición de víctimas de su propio miedo que es lo natural en aquellos que más gustan prohibir, se mandó oficio a todos los Ayuntamientos desde la Delegación Gubernativa que decía:
        Según me comunica la Superioridad, hay noticias de que en varios pueblos de esta provincia circulan libros injuriando a S.M. el Rey (q.D.g.) y al Excmo. Sr. Presidente del Directorio Militar, proceda con verdadero interés haciendo toda clase de averiguaciones para intervenir todos los ejemplares, que me enviará, y también nota de los poseedores cuyos nombres pondrá asimismo en conocimiento de esta Delegación. Espero de su reconocido Patriotismo y celo en cuantos asuntos se le encomiendan, desarrolle toda la actividad posible, aunque con la debida reserva, para obtener resultados positivos…
     Pero la cadencia diaria no puede perder el paso de la cotidianeidad ni detenerse y, por encima de elogios y censuras, debe conservar el traqueteo monótono, lento y pesado de la burocracia, la locomotora que la mueve y que ha de avanzar alimentada con sus recursos, escasas riquezas y, con el endémico interés que la adorna las más de las veces.
     En junio de 1925, el Ayuntamiento es requerido a cumplir orden “si es posible a vuelta de correo” por la que debe “hacerse constar todos los vehículos de tracción animal que existen en la localidad y su término, sea cualquiera la clase y uso a que se destina”. Hoy sabemos que a mayo 1925 el “parque” de tracción animal para viajeros era: “6 vehículos de dos ruedas” y “de cuatro ruedas, hasta cuatro viajeros, 26”. Los vehículos para carga eran todos de dos ruedas, y se repartían en “45, tirados por 1 caballería mayor, 136 tirados por 2 caballerías mayores y 47, tiradas por 3 caballerías mayores.
          El quieto movimiento de las cosas, siguió empujando lentamente la más cruenta de las verdades, que esperaba, velada en una apuesta que se perdió de antemano, a la vuelta de apenas un suspiro del tiempo, afilando la sonrisa con el gesto congelado en el filo de las espadas.


18 de agosto de 2017

                                                       
           Encabezamiento y repartimiento
   

 Más allá de la conveniencia o la necesidad, y de nuestro discernimiento y nuestra tolerancia, desde que el tiempo recuerda, los pueblos se han alimentado de lo que, en especie o papel moneda, por obligación o devoción, ha aportado su gente, su potencial humano. Diezmos, Alcabalas, Tercias Reales, Primicias, Pontazgos, Sisas y Portazgos, fueron impuestos que gravaron las cosechas, el comercio de mercancías o la compra de productos de primera necesidad.
   En el siglo XVIII, existían las Reales Contribuciones y en el XIX, se fijan las Rentas Provinciales en función del encabezamiento, (en el Antiguo Régimen, “importe con el que una población era gravada vía impuestos, en función de su población”) Fijado el importe a contribuir, correspondía a la autoridad local, por medio de una comisión de vecinos nombrados por el Ayuntamiento, ejercer la ingeniería económica y vecinal para lograr el objetivo de la recaudación.
    Si con los ingresos ordinarios, alcabalas, sisas o primicias entre otros, no se alcanzaba el importe a pagar, la comisión procedía, en función de bienes y recursos, al repartimiento, que según el diccionario de la R.A.E. es “Derrama entre los vecinos para completar los ingresos del municipio.
   El Libro de “Contribución de Rentas Provinciales de Puebla de la Calzada de 1826”, recoge que los vecinos “nombrados al intento por el Ayuntamiento” lo ejecutan “por algunas relaciones presentadas y muy particularmente por noticias dadas por varios vecinos de cada calle que el Ayuntamiento ha hecho comparecer y por el conocimiento que tenemos en las negociaciones, Granjerías y Comercio de estos vecinos y Hacendados forasteros”.
 
  En aquel 1826, “esta villa se halla encavezada por Rentas Provinciales en quince mil novecientos diez reales de vellón” [sic] Que se intentan recaudar con lo que, “han producido los puestos públicos. El de carne, 1600 reales; el de aceite, 4000; la Alcabala del viento, 850; el abasto del Jabón, 880; el del vino, 1687 reales. Importa el prometido de los Abastos,  9.017 reales”. 
   Faltaban 6.893 reales, que después de aumentarle “el seis por ciento por cobranza y conducción y el tres por ciento del importe de puesto público” y reducirle “trescientos quince reales sobrantes del año próximo pasado” se convierten en 7.262 reales que “quedan para repartir”. [Sic]
      Se relaciona por calle, vecino, excepto jornaleros, pobres y viudas, y fuente de recursos, la cuantía que corresponde a cada uno, que se les aplicará en tres pagos, Abril, Agosto y Diciembre. 
    Entre otros a “Alonso Naranjo por el producto de su panadería”, se le reparten 4 reales; a “Sebastián Pérez por su producto de senaras como mozo en la labor”, 2 reales; “Alonso Rosado por senaras, degüello y productos de su botica” pagará 19 reales; “Manuel Cano, por su tráfico de ladrillos”, 2 reales; “Pedro Montes, por producto de su zapatería”, 2 reales; “Jose el Cabo, por su ganadería como Mayoral”, 3 reales; “Pedro Moreno por venta de mulas y senaras”, 25 reales;Juan Amigo Barco por senaras y granjerías” pagará 76 reales; “Francisco Martin por su oficio de molinero”, 30 reales.
  “Juan Jose Lopo por degüellos, producto de senaras y cambio de caballerías”, 71 reales; “Miguel Silva por degüello y producto de corredor de cuatropea* ”, 60 reales; “Antonio Guisado, por degüellos, senaras y consumos” pagará 146 reales; Melchor Álvarez y Juan Evaristo Guisado, por idénticos productos, pagarán 40 y 174 reales respectivamente; “Pedro Rafael Guisado por degüellos, senaras, venta de caballerías y consumos”, 131 reales; “Juan Pérez por degüello, senara y producto de Arriería”, 50 reales; “Mateo Barrena por degüellos, senaras, venta de Aceite y consumos” pagará  90 reales; “Marina Maza y Leonor Pinilla, por degüellos, senaras y consumos” pagará cada una 70 reales; a “Juan Coca Borba, por su oficio de Alarife”, se le repartirán 12 reales. Hecho el repartimiento, se recaudarán 7.275 reales, 13 reales más de lo necesario para el total recaudatorio.
    No tenemos testimonios sobre aquellos impuestos que, imaginamos, no serían de conformidad y aprobación vecinal. Pero el repartimiento de 1930 produjo no pocas y especiales quejas. Como la de la vecina que reclama “que la finca rustica denominada La Zarza no es de su propiedad por haber pasado a la de D. Juan Carrillo”; o la de aquella otra vecina – que será desestimada – “sobre fincas que me asignan por rustica, tan solo poseo un olivar de 2 fanegas de puño al sitio de la Dehesilla…vendido otro de igual cabida y sitio…” o aquella que dice que “no tiene ninguna tierra en los Millares por haberlas vendido hace mas de 15 años; que en el Cotorrillo tengo 5 fanegas en vez de 14 y que en Mobiliario tengo 750 pesetas en vez de las 5000 pesetas que me han puesto” 
    O como la del vecino que expone que “el sueldo que se me clasifica de 1.100 pesetas, creo no deben ustedes tenerlo en cuenta pues no es sueldo oficial fijo. Creo que los sueldos que deben incluirse son los que dependan del estado, municipio o alguna institución. Mi sueldo  algunos años no es ninguno pues si no hay trabajo no hay sueldo
    De entre todas las reclamaciones, dos, sobresalen especialmente por su redacción, irónicas y no exentas de mordacidad. Catalina, titula su reclamación, “La Verdad ante todo” y dice: “que tenga 37 fanegas de labor, bien; 5 fanegas de olivo, bueno; y 5 de viñas, también; pero que tenga 1250 de renta de inmueble, eso no, de ninguna manera, en tal caso serán de mis hijos y son mayores de edad” 
      Y sobre todo la de Juan, “vecino de esta villa en conocimiento de que se me ha puesto 1.500 pesetas de sueldo, puedo declarar que no es cierto, por ser obrero a jornal eventual. Si los señores que componen esa Junta se cobraran con arreglo a los miles de pesetas que ingresan en sus casas, sería lo suficiente para que las clases obreras no pagáramos nada. Tienen en cuenta el jornal que gano pero no tienen en cuenta que son 10 personas las que se tienen que sostener con el mismo. Dios guarde a Vd. muchos años por saber repartir y quedarse con la peor parte” 
   Llámense como se llamen, antiguo o nuevo régimen, desde que el tiempo consigue recordar, los impuestos han sido el motor de los pueblos, y el pueblo llano su fuerza motriz. Por encima de ideologías y demagogias modernas y contemporáneas, a veces más y mayores que las antiguas.


*Cuatropea.-Derecho de Alcabala por la venta de caballerías en los mercados // Lugar de una feria donde se vende el ganado

2 de septiembre de 2016

                                       EL LIBRO DE FÁBRICA (II)

      Además del producto de la venta de borregos, lana fina, trigo, avena, habas, garbanzos o aceite que servía para el sostenimiento de la Fábrica, como recogen los Libros de Cuentas que se conservan en el Archivo Histórico Municipal de Puebla de la Calzada, otros ingresos llegaban por otros medios. Unos, propios de aquellos tiempos y cuyos orígenes se remontaban a la Edad Media, y otros, más ásperos, aunque al mismo tiempo, por naturaleza, más reales y perdurables.
     El medio de financiación que hasta el siglo XVIII, desde allende la Edad Media,  fue una importante fuente de ingresos para instituciones como cofradías, hospitales, y parroquias, eran los censos. Comenzaba a desvanecerse su incidencia e importancia parecer, mediado el siglo XIX, víctimas de muchas causas y razones, entre otras, porque su esencia comenzaba a ser propiedad de prestamistas y bancos.
      El Diccionario de la Real Academia de la Lengua, define Censo como “Cierta carga (impuesto o tributo)”, y como “Contrato por el cual se sujeta un inmueble al pago de un canon, como interés perpetuo de un capital recibido o como reconocimiento de la propiedad cedida”. En resumen, los censos eran prácticamente un contrato hipotecario
     En el libro de Fábrica de 1834, la segunda partida que recoge los ingresos de aquel año detalla “34 reales y 10 maravedís, que se han cobrado de réditos de los censos que a su favor tiene esta fábrica”, citando además el nombre de los “pagadores”. Lo que no siempre era común, y no todos los años, se producían los beneficios esperados como se recoge en el libro de 1835 cuando dice que no existen “estos réditos porque no se ha cobrado ninguno
      Pero parece que el año 1833 fue más rentable, con los “Mil trescientos veinte y ocho reales y 4 maravedís que por réditos de censos atrasados y corrientes se han cobrado de los sujetos que a continuación se expresan” Entre otros, en una relación de 12 nombres encontramos a “Alonso Romo, atrasos y año de esta cuenta, 116 reales”, “Juan Pérez, atrasos y año de esta cuenta, 195 reales y 26 maravedís” o “Manuel Cardenal, atrasos y año de esta cuenta, 9 reales y 14 maravedís
     Y aunque una de las condiciones de los censos era que si el censatario dejaba de pagar, el censualista podía exigir el pago total de la deuda o quedarse con el bien que gravaba el censo, no siempre era ejecutable el derecho adquirido por el impago. En el libro de Cuentas de 1834, figura la siguiente “Observación: En la lista de resultas de censo que acompaña a esta cuenta, se notará que no está comprendida…., deudora de 2261 reales y 14 maravedíes por el que se había impuesto sobre las casas de su propiedad sitas en la calle Calzada. La poseedora murió sin otros bienes con que atender a este descubierto más que el edificio casi del todo arruinado, razón por que no se solicitaba por morador alguno. En este estado se pretendió el solar por Don…… , y como la Fábrica carecía de escritura de imposición y de todo documento que compruebe pertenecerle tal censo, de lo cual se apoyaron los anteriores poseedores para resistir el pago, convinieron los señores Alcaldes, con anuencia del Párroco y Mayordomo, en que se le concediese para que con plena libertad y sin gravamen alguno, edificase una casa donde vivir su familia, según lo ha hecho.
RECIBO PAGO AL MONAGUILLO - AÑO 1837 (A.H.M. P. CALZADA)

      No faltan otros medios de ingresos que, a la postre, resultan extraña y cotidianamente ciertos, inexcusables y reales como la misma cotidianeidad que los ataviaba y aún hoy los adorna. En 1834, se recoge el ingreso por “casamientos, falla de adultos, párvulos, misas de honras y votivas en el año de esta cuenta, 1098 reales”. En 1833, por aquellos mismos conceptos, se contabilizan ingresos por valor de 633 reales. Y en 1835, fueron 784 los reales cobrados “que han producido en el año de la cuenta los bautismos, casamientos, fallas de adultos, párvulos, misas de honras y votivas
     Posiblemente con alegría se contribuía a la Fábrica por los bautizos, de los que  tenemos detalles de los beneficios que produjeron en aquel tiempo. En 1838 se bautizaron 84 criaturas que supusieron, 168 reales. En 1839 “ochenta bautizos, 160 reales” y en 1840 fueron 102 las criaturas bautizadas que supusieron un total de 204 reales para las arcas de la Fábrica. Todo ello nos permite conocer que eran 2 reales los que se pagaban por un bautizo.
     Y al otro lado, los casamientos. No sabemos cuántos se celebraron en 1838, pero sí sabemos que aquel año “por los casamientos celebrados en casa y en la iglesia” se ingresaron 50 reales; en 1839 se produjeron menos casamientos porque fueron 32 reales los ingresos por dicho concepto, y en 1840 aún fueron menos los celebrados porque solo se ingresaron 24 reales.
     Vistos en el espejo frío del detalle y el guarismo, otros ingresos, su causa, tiñen de un cierto tono ceniza aquellas cuentas sencillas y, a veces, cargadas de enmiendas y tachaduras que, solo en ocasiones, alguien se paraba a salvar como corresponde.
       El Libro del año 1841, recoge las cuentas del colector, Francisco Casimiro Carrasco, “presbítero, como colector que ha sido en los años,  1838, 839 y 840, de los derechos correspondientes a la Fábrica de la Iglesia que he percibido como tal por los Entierros, Casamientos y Bautismos” con una casi exquisita profusión de detalles en cuanto a ingresos, pagos y cobros pendientes.
      Del año 1838, la primera partida recoge los ingresos por “entierros de adultos, 448 reales a que ascienden los celebrados sin misa, con una y con dos”; en 1839 fueron “336 reales a que ascienden los celebrados en dicho año con tres misas, con dos, con una y sin ella”, y en 1840, “370 reales que por el mismo concepto han producido los entierros” Pero además, en 1839 se registraron “25 reales de cinco entierros de párvulos”, en 1839, “igual cantidad por el propio concepto” y en 1840, “15 reales que por el mismo concepto han correspondido en el año que se anota
    Otra vía de ingresos  eran las testamentarías. Mediante las que los finados legaban bienes o dinero a la iglesia, aunque no siempre aquellos deseos llegaban a buen fin. Como se detalla en 1834, cuando con el epígrafe de “Deuda” se reflejan “170 reales que debe la testamentaría del Presbítero Don Gómez Hernández Bejarano” Y otros “486 reales y 24 maravedís que igualmente adeuda a la Fábrica la Testamentaria de Miguel Rastrollo
      No por triste, resulta menos real comprobar, como también se reflejan con casi una exacta profusión de detalles, las deudas generadas por “los entierros que no se han cobrado”.
      Lo que, a pesar de todo, nos permite saber que los derechos de entierro de adultos se cifraban en 10, 20, 32 y hasta 72 reales, hemos de creer que en función del tipo de sepelio (con tres misas, dos, una y sin ella). Posiblemente la misma razón era la que fijaba los derechos de entierro de “párvulos” en 2 y 5 reales, de los que si en 1838 fueron dos “los impagos” en 1839 se reflejan 9 párvulos cuyo enterramiento se refleja como impagado.
      En definitiva, la propia vida respira en los trazos ocres y apagados del libro de Fábrica; la vida que un día, ya desdibujado tras el velo del tiempo y perdido en la callada voz del recuerdo. Y aunque la muerte  no entiende de riqueza ni pobreza, tal vez buena parte de aquellos impagos, y otros muchos, reflejados en los distintos libros de Fábrica de aquel tiempo se debieran a gente que además de perder a sus seres queridos, no tenían ni dos reales para pagar al barquero el tránsito hasta la otra orilla de su hijo.