LEAL, HONRADEZ Y ENTREGA
Si todo lo que suena a historia, no lo es, y además
de la historia oficial hay otras que no se cuentan, los héroes de plantilla no
son los únicos del devenir legítimo de los tiempos, porque hay otros héroes que tal vez nunca tuvieron intención de convertirse en ninguna otra cosa que lo que eran, hombres y mujeres que cumplieron con el papel que les había tocado, haciéndolo como tenían que hacerlo, desde la honradez y la mejor de las voluntades. Casi todos los auténticos
héroes, habitan velados en las historias sencillas, aquellas de las que de su
propia simpleza nace su dificultad.
Héroes desconocidos, o casi, cuya impronta adorna
el túnel del tiempo bajo el espeso barniz con que la historia trasviste las vidas
humildes. Hombres y mujeres que son parte de nuestro pasado aunque desconozcamos
sus rostros y sus nombres, que a menudo no sobrepasan el ocre sucio del papel,
y que estando al servicio de los demás, cumplieron su obligación con la
honradez que cabría suponerles para convertirse en piezas necesarios del tejido
social que defendieron hasta más allá de su responsabilidad.
El 10 mayo 1832
desaparecía un hombre que, vistos los muchos testimonios que de su entrega permanecen suspendidos en los hilos del tiempos, estuvo siempre en
donde debía y, parece, haciendo bien su trabajo al servicio de la villa.
Desde
la lejanía del tiempo y el desafecto de la distancia, no parece imprudente
asegurar que Manuel Leal Vita, hizo gala de una ingente capacidad para el
trabajo, que a lo largo de su vida, adornó de una inquebrantable honradez y una profusa generosidad y
sencillez, lo que lo convierten en mucho más que el escribano que durante
cuarenta y dos años administró desde el conocimiento y la capacidad, los asuntos, no siempre fáciles, y el destino de Puebla de la Calzada.
Toma posesión
el 16 abril 1790, en cuyas capitulares se hace constar que “hallándose en esta villa Dn Manuel Leal Vita, Escribano
Real nombrado por su Excelencia el Señor Conde de este estado para escribano de
este Ayuntamiento y teniendo en consideración la suma falta que está haciendo
para evacuar el cumulo de asumptos y ordenes detenidos, mandaron de común
acuerdo se le de posesión de zitado oficio con entrega instantáneamente de
todas las ordenes, instrumentos y papeles a él concernientes, para cuio fin se
haga comparecer, y habiéndose efectuado en prueba de zitada posesión, habiendo
pasado al despacho del antecesor Josef Pérez, Difunto, en donde se hallaban
dichos documentos y efectos de dicha escribanía, custodiados con llave… referido señor Alcalde de primer voto le
entrego los principales asumptos, quedando solo en su oficio…” [Sic]
"Estado que manifiesta el movimiento de onzas de Aceite suministradas a las tropas en el año de 1810" .-
El primer gran
trance que enfrenta, es la llamada Desamortización de Godoy. Hubo que expropiar muchas
fanegas de muchas suertes de tierra y algunas casas pertenecientes a Cofradías,
Patronatos, Obras Pías y Patronatos de Legos. Valorar, tasar, publicar, hasta tres veces, subastar, adjudicar
y liquidar, tramitando aquel proceso en forma y fondo de Ley. Muchos
expedientes necesarios, con multitud de folios obligados por cada uno de ellos que dieron lugar a muchas diligencias. Y en cada
diligencia, en cada anotación de cada incidencia, publicación, subasta o
remate, su firma, “Ante mí”, dando fe del hecho.
Documento de 1810.- Archivos Municipales |
Con la invasión francesa, se convierte en la
piedra angular de la gestión y control de la vorágine militar de uno y otro
bando. Durante cinco años, (1809-1814), Manuel Leal Vita controla y distribuye
los recursos propios, registra productos, raciones, entregas, recibos, existencias, lo que no se cobra, lo que
se presta, a quien se da, a donde se lleva, o lo que se devuelve, puntualizado por calle,
vecinos, año y peculios; cuantifica hasta el maravedí lo suministrado, por especie, mes y
ejército o fuerza a quien se abastece. Y no fueron pocas las fuerzas que marchando o acampando en la zona, fueron avitualladas ya con trigo, con cebada, aceite, pan, vino, carne, leña o garbanzos.
Su trabajo, la eficiencia de su trabajo a pesar de las dificultades que podemos suponerle al tiempo y la situación, nos permite hoy evaluar el costo
que significó para Puebla de la Calzada aquella Guerra de la Independencia, separado por vecino
y calle, de cada fanega de trigo que salió del Pósito, o por el alojamiento de soldados
y oficiales.
En 1824, es expedientado junto al alcalde y
los dos regidores, constitucionales, cuando el felón Fernando VII llevado de su furor absolutista,
ordena la reposición de los cargos de Ayuntamiento existentes antes del Trienio
Liberal. Seguido el proceso correspondiente, como “en el
Secretario concurre la circunstancia de tener sesenta y cuatro años de edad,
haber desempeñado este cargo por tiempo de treinta y cuatro años sin haber
experimentado el menor apercibimiento por las autoridades y pronto siempre a
sostener la tranquilidad pública…” es repuesto en su cargo con todos los predicamentos. No debía haber sido de otra manera.
Cuando
en 1827, el Alcalde Mayor de Montijo intenta injerir en la jurisdicción de
Puebla de la Calzada, Leal Vita defiende el derecho del concejo poblanchino a
elegir a sus Justicias por el privilegio de villazgo que se le otorgó en 1580,
acudiendo a la propia casa Condal solicitando la documentación, que no tenía
nuestro archivo “por las
repetidas invasiones en que fueron destrozados”. Muestra, orgulloso, aquella carta de privilegio, y el
Alcalde Mayor hubo de olvidar su pretensión.
El 28 marzo 1828, Leal Vita declara
que “estando acreditado ser doscientos cuarenta y siete años
cumplidos los que disfruta este pueblo del derecho de villazgo…” y el día 31, insiste y aunque “algún tiempo hayan conocido con los Alcaldes Ordinarios
en los negocios civiles y criminales de esta villa, los Mayores de la del
Montijo, no así debe suceder en adelante porque ni el Real Titulo
del Sr. Alcalde Mayor actual del Montijo le confiere esta Jurisdicción ni ella
se puede combinar con el espíritu de la referida Real Orden dirigida a
conservar los privilegios de villazgo concedido a los pueblos que lo disfrutan y
a evitar a sus vecinos los perjuicios gravísimos que son consiguientes a que
conozcan de sus causas y pleitos los Jueces que no residan en ellos como el
referido Sr. Alcalde Mayor que reside en la villa del Montijo y no en esta…”
Además de que “debe tener su residencia fija en la villa del Montijo en donde únicamente ejerce la Real Jurisdicción por carecer de Alcalde Ordinario… debiendo conocer exclusivamente de todos los negocios de esta villa sus Alcaldes Ordinarios, los actuales deben continuar sin necesidad de nueva elección desempeñando la Jurisdicción Ordinaria… pasando oficio al citado Sr. Alcalde Mayor para que le conste lo determinado por esta corporación, en el desempeño de sus deberes…”
Además de que “debe tener su residencia fija en la villa del Montijo en donde únicamente ejerce la Real Jurisdicción por carecer de Alcalde Ordinario… debiendo conocer exclusivamente de todos los negocios de esta villa sus Alcaldes Ordinarios, los actuales deben continuar sin necesidad de nueva elección desempeñando la Jurisdicción Ordinaria… pasando oficio al citado Sr. Alcalde Mayor para que le conste lo determinado por esta corporación, en el desempeño de sus deberes…”
Manuel Leal Vita firma con letra trémula,
moribunda, su último documento el 8 de mayo de 1832. El día 11, “los señores que componen el ayuntamiento dijeron que el
Escribano Real numerario y de esta Corporación don Manuel Leal Vita á fallecido
en el día de ayer quedando pendiente varios informes de urgencia…” [sic]
Sus
“pequeñas gestas”, sus “pequeñas grandezas” y sus “pequeñas significativas
decisiones”, lo hacen acreedor del mayor reconocimiento y recuerdo, que hasta el momento se le niega victima de la ignorancia.
Su honradez, su capacidad y su entrega, le
otorgan el derecho a ser inscrito en el invisible libro de los héroes anónimos,
los que sin conquistas ni batallas y por el módico precio de la postrer ignorancia
y el inmortal desconocimiento, quisieron y supieron mantener, potenciar y avivar
el fuego del día a día de un pueblo, en un tiempo en el que la historia, caprichosa, juguetona y hasta cruel a veces, quiso
gastarle un pesada broma y apagar las luces de su escenario.