31 de enero de 2015

LA ORDEN, EL PRIORATO Y LOS LIBROS DE VISITA



    Aparecidas a imitación de las que participaban en las Cruzadas, las Ordenes Militares españolas desempeñaron un significativo papel en la Reconquista, en campañas y repoblamiento, llegando a convertirse en una importante fuerza en el terreno económico como, principalmente, en el político en el que tuvieron una función protagonista en las luchas nobiliarias que adornaron los siglos XIV y XV.
   
    La Cofradía de Belchite y la Orden de Monreal, fueron dos Militia Christi, órdenes, surgidas en los reinos de Aragón y León, que no tardaron en disolverse, o sus caballeros se fueron integrando en otras, surgidas a lo largo del siglo XII como la Orden del Temple, o la de Alcántara, nacida en la Beira Alta portuguesa como Ordem de São Julião do Pereiro en 1154, la de Calatrava, creada en 1158 por el monje cisterciense Raimundo, abad del Monasterio de Fitero, y la de Santiago, fundada de la mano de Fernando II de León y el Obispo de Salamanca, Pedro Suarez de Deza en 1170. Será en los reinos de León y Castilla, hasta donde se había extendido ya en 1172, donde su presencia alcanzará verdadera relevancia.


   Como parte del ejército de Castilla, participó en la batalla de Alarcos en 1195, que con la derrota cristiana frenó seriamente el avance castellano, y la de las Navas de Tolosa en 1212, que señaló el inicio de la decadencia musulmana. Y como parte del ejército del reino de León, participó en sus campañas por la zona suroccidental y en concreto, como más nos importa, la cuenca media del Guadiana en donde llevan a cabo la conquista de lugares como Mérida, Badajoz, Fuente del Maestre, Llerena y Torremayor, entre otros muchos. Acciones, en uno y otro reino, que a lo largo del tiempo les dotará de 83 encomiendas, 200 parroquias, casi 200 municipios y aldeas, además de hospitales y conventos. Será la Orden de Santiago la que vincule a la Reconquista y a la historia, ésta olvidada tierra ribereña del Guadiana.

   Los intereses individuales de León y Castilla, siendo sus monarcas tío y sobrino, fracturó la unidad primitiva de la Orden, porque cada corona quería en su territorio la sede principal. Castilla en Uclés y León en San Marcos. Un conflicto que no se cerró hasta 1230, cuando con Fernando III se unieron definitivamente ambos reinos.  Uclés, quedó como sede única, a la que se llamó Caput Ordinis, cabeza de  la orden.

   Será en el monasterio de Uclés, donde fije su residencia el Gran Maestre, máxima dignidad de la Orden. Que estaba dividida en provincias, subdivididas en encomiendas que dirigidas por un comendador eran el centro encargado de percibir rentas, portazgos o diezmos, de los que una parte se destinaban a beneficios del Maestre. Fueron varias las provincias, pero las provincias más importantes, por el número de posesiones, fueron la de Castilla y la de León. Pero si la sede administrativa territorial fue Uclés, los leoneses consiguieron en 1185 que los asuntos eclesiásticos dividieran sus sedes principales, creándose los dos Prioratos que subsistieron hasta la disolución de las Ordenes Militares en el siglo XIX.

    San Marcos de León, estableció su sede como diócesis, en Llerena, edificándose un conventual en Calera de León, para hacerlo poco después en Mérida y volver finalmente a su ubicación original. Componían el Priorato, 135 parroquias, repartidas en las hoy provincias de Orense, León, Zamora, Salamanca, Cáceres, Badajoz, Huelva, Sevilla y Córdoba, que se integraban en tres Vicarias con sede en Mérida, Llerena y Jerez de los Caballeros. Fueron casi 70 las parroquias que en Badajoz, pertenecieron al Priorato, entre la que hay que contar Puebla de la Calzada, repartidas en cinco arciprestazgos: Llerena, Almendralejo, Fuente del Maestre, Mérida y Calera de León.

    El Priorato tuteló el funcionamiento y la administración – propiedades, rentas o beneficios – de las parroquias y lugares en donde la iglesia tuviera presencia, como ermitas y Obras de Caridad. Y lo hicieron de la mano de los visitadores, que debían ocupar un bajo escalafón jerárquico, a través de los Libros de Visita. Cada cuatro años, aunque el tiempo y el número de visitadores variaron a lo largo del tiempo, giraban visita a parroquias y, como sucedía en Puebla de la Calzada a las ermitas de Santiago, Mártires y Santo Toribio, para revisar y comprobar sus cuentas en presencia de alcaldes y párroco, y las del Santo Hospital de Pobres, a pesar de que cada año, el mayordomo rendía cuentas a requerimiento de estas mismas dignidades. 
Rúbrica del Notario Apostólico. Libro de Visitas siglo XVI.
 
En los Libros de Visita de la Orden de Santiago, está la fuente más fiable y más antigua que habla de Puebla de la Calzada, y nos permiten consultar documentación que podemos situar alrededor de 1494/1498.

   Por aquellos Libros de Visitas, sabemos que “no pudieron pasar desde Lobon donde estaba porque el rio Guadiana creció mucho…” Aunque nos dicen que “la iglesia de dicho lugar de la puebla es de la advocación de nuestra señora… tiene la dicha iglesia una cruz de plata, un cáliz de plata y su patena, un vestimento de seda viejo, otro de lienzo, un misal y un pontifical, un salterio… una casulla de terciopelo colorado con una cenefa de oro bajo, otro vestimento de lienzo blanco con sus aparejos…
   La datación de estas visitas, permite centrar el nacimiento de Puebla de la Calzada entre los últimos años del siglo XIV y primeros del XV, puesto que en esas fechas ya está dotado el lugar de iglesia, tiene parroquia y entidad suficiente si merecían la atención del Priorato de San Marcos de León y sus visitadores.

   Otra visita, ya mediado el siglo XVI dice: “veinte días del mes de marzo de mil e quinientos e cinquenta años, llegaron los visitadores al lugar de la puebla de la calzada e por ser noche no se notifico el poder de vuestra majestad, luego por la mañana notificaron el poder de vuestra majestad a Matheo Snchez, alcalde y a Francisco Gragera, Regidor… luego los dos visitadores fueron a la iglesia parroquial del dicho lugar, de la advocación de ntra señora y visitaron el santísimo sacramento que estaba en medio del altar mayor… luego visitaron la pila de babtismo… luego vieron el libro de los babtizados que estaba conforme a las disposiciones de la Orden. La iglesia es de una nave de bóveda y la capilla mayor…tiene un retablo de talla nueva y estaba comenzando a aparejarse por la pintura…” [Sic] Y, como en cada una de las visitas, anteriores y las que han de seguir, detalla los ornamentos, las vestiduras, los libros y otros bienes propios.

    Los Libros de Visita, nos hablan también de las ermitas, tanto de los Mártires, como de la de Santiago y la de Santo Toribio, convirtiéndose en un punto de luz que aclara un tanto la verdad que corresponde a las desaparecidas de Santiago y Santo Toribio, más allá de las suposiciones que tratan de ubicarlas, consiguiendo una imprecisa confusión que desemboca, por lo general, en un significativo error que las difumina en el largo y extenso horizonte de la historia.

    El Priorato de San Marcos de León, tendrá una larga vida de 688 años, desde 1185 hasta julio de 1873, cuando mediante la bula Quo Gravius, el papa Pio IX disuelve las órdenes militares e instruía la incorporación de las parroquias al Obispado correspondiente. Pero no fue un fin pacífico y antes al contrario provocó muchos, grandes y graves problemas sociales y religiosos.

    El Provisor Francisco Maesso y Durán se negó a aceptar las disposiciones y destituyó de sus parroquias a los Curas que se negaron a retractarse de su obediencia al Obispo colocando al frente de las mismas a clérigos afines; expulsó del territorio al Fiscal de la Curia episcopal de Badajoz que intentaba tomar posesión, y mandó prender a quien habiendo sido Freire de la Orden, había prestado sumisión al Obispo de Badajoz.

  Después de dos años de manifestaciones, encarcelamientos, agresiones, heridos,  la intervención del propio Gobierno instando al gobernador de la provincia a prestar apoyo al cumplimiento de la Bula, y la separación de aquellos curas que no prestaron obediencia al Obispo, en 1875 terminó lo que se conoce como “Cisma de Llerena” y desapareció el Priorato de San Marcos de León.

   A pesar de que Puebla de la Calzada fue desmembrada en 1581 por Felipe II de la Mesa Maestral de la Orden de Santiago, el Priorato de San Marcos de León, siguió presente a lo largo de los siglos. Aunque los Libros de Visitas habían perdido protagonismo mucho antes.

 

   

 

22 de enero de 2015

ALDEA DEL RUBIO


   
PRIORATO DE SAN MARCOS DE LEON
 Hasta finales del siglo XII, en estas tierras nuestras que nos acogen y nos alimentan, eran poco más que Lobón, Arguijuela, Loriana, posiblemente Cubillana  cuyo monasterio ya es mencionado en el siglo VII, y del que Bernabé Moreno de Vargas, – siempre con las reservas que corresponden con este autor – apunta que “
cuentan historias portuguesas que el rey don Rodrigo después de la batalla en que perdió su Corona y sus vasallos, vino a parar al monasterio de Cubillana”, y “esta población de moros llamada Motijo…[Sic] Y algunos caseríos diseminados.
   Fue en el siglo XIII, cuando los reinos de Castilla y León, que cuentan con la ayuda en hombres y pertrechos de las órdenes militares – algunas como las de Calatrava y Alcántara con más de medio siglo de vida – luego de la batalla de las Navas de Tolosa en 1212, inician una progresiva conquista de al-Andalus y, como es lógico pensar, una consecuente repoblación que llevan a cabo con el asentamiento de gente del Norte y provenientes de zonas pobres o montañosas. Durante el primer cuarto de aquel siglo XIII, continúa la expansión y es Alfonso IX de León quien entre 1228 y 1230, conquista y repuebla Cáceres, Mérida y Badajoz, y sus zonas de influencia “… hasta el año 1228 que se ganó Mérida y entonces se despobló porque los moros de los lugares pequeños huyeron a diversas partes con el miedo que cobraron de la gran victoria que el rey don Alfonso y los cristianos ganaron de los Moros…” (Moreno de Vargas)
    Con Alfonso IX vienen los Caballeros de la Orden de Santiago, que no demasiado después serán dueños de casi la tercera parte del territorio que hoy conocemos como Extremadura, y cuyos confusos orígenes encontramos en el año 1170 y en Cáceres, cuando trece caballeros encabezados por Pedro Fernández de Fuentencalada, que se hacen llamar los Fratres de Cáceres, se agrupan para la defensa de los peregrinos que viajaban a visitar la tumba del apóstol Santiago. Con la supervisión de don Pedro Gundesteiz, arzobispo de Santiago de Compostela, los obispos de León, Astorga y Zamora, el cardenal Jacinto, legado del Papa, y don Cerebruno, arzobispo de Toledo, de quien se dice tanto que el nombre le fue impuesto por lo voluminoso de su cabeza, como que en verdad obedece a Bruno, su nombre, y Celer, el listo, se redactó la bula fundacional de la orden militar de los Freires (caballeros) de Santiago.
   Apenas cinco años después, en 1175, el papa Alejandro III dicta una bula por la que le confiere, le reconoce, le otorga a la orden la función religiosa. Y diez años tardes, en 1185, posiblemente por los intereses de los reinos de León y Castilla, la administración religiosa de la orden se regirá desde dos Prioratos: Uclés para los territorios de Castilla y San Marcos de León para lo que se llamó Provincia de León.
    Son los caballeros de la Orden de Santiago, los que integran las huestes de Alfonso IX y los beneficiados de la conquista porque a ellos concede el rey gran parte de los territorios conquistados. A partir de entonces, proliferan nuevos poblados, ribereños del Guadiana o se repoblaron otros, tal vez ya existentes, cuya identidad se pierde en el tiempo y de los que de algunos solo queda el nombre y el testigo de algunos mapas del siglo XVIII que señalan su ubicación. Y es la Orden de Santiago, quien los hace, de forma tímida y casi desinteresada al principio y de forma más intensa y efectiva en el siglo XIV, luego que Enrique III “redujo las caserías y aldeas pequeñas a otras para que fuesen mayores
   Allí estaba Aldea del Rubio, de imposible localización hasta hoy aunque en la margen derecha del rio Guadiana, y posiblemente no más allá de la desembocadura del rio Guadajira, y que aparece mencionada en un documento de Alfonso X, fechado en 1276, por un problema de jurisdicción entre la Orden de Santiago y el Concejo de Badajoz.
   Y, siempre según, a veces, el dudoso rastro de Moreno de Vargas “pocos años después los mismos cristianos poblaron este lugar del Montijo, y lo mismo el de Aldea del Rubio (que es La Puebla)” Y a la Orden de Santiago, y su Mesa Maestral, pasaron a pertenecer todos los asentamientos, parajes, lugares, aldeas, villas y ciudades del tercio central de las hoy provincia de Badajoz, y de la de Cáceres hasta más allá de Torremocha, y al Priorato de San Marcos de León, la responsabilidad eclesiástica de sus 80 parroquias, y de todo centro o institución en donde tuviera presencia la iglesia, así como sus rentas, sus beneficios, su patrimonio o sus ingresos.
   Fue, pues, bajo la administración de Lorenzo Suarez de Figueroa, maestre de la Orden elegido en los capítulos de Mérida de octubre de 1387 y al que las crónicas santiaguistas definen como “grande de cuerpo, algo robusto y recio y bien complisionado, gran trabajador en todas las cosas que había que facer, nunca estaba ocioso ni posponió lo de hoy para mañana” [sic] cuando se inicia el despoblamiento de Aldea del Rubio y la repoblación de un nuevo asentamiento.

   Nada nos permite consultar las causas y las razones que empujaron al Maestre para aquello, pero debió ser otra muy diferente a la que las generaciones parecen haber aceptado y quieren creer que la razón fue el Guadiana, “en cuyas avenidas padecían muchas extorsiones, por lo cual dispusieron sus moradores abandonarlos y fabricar en este terreno, por alejarse del rio…” Que es la opinión “solo por tradición se sabe…”, de Juan Ramos de Solís, Párroco de Puebla de la Calzada en 1798, vertida en el Interrogatorio de Tomás López, geógrafo de su Majestad. Más fundamento tendría el hecho de que, siendo el Maestre hombre de grandes y rentables negocios, vislumbrara los beneficios que podía reportarle la gran extensión de terreno, fértil como se ha demostrado, regado por el Guadiana, que entre Montijo, el río y Torremayor territorios de la Orden de Santiago debería estar si no yermo, sí deshabitado y desaprovechado o, cuando menos, mal y escasamente aprovechado. Que se comunicaba con Mérida por un viejo y antaño importante camino romano y, además, estaba a salvo de las embestidas del río.  

    Algún día de los primeros años del siglo XV, Aldea del Rubio se fue quedando oscuro, solitario, apagado y comenzó a desaparecer de la historia para dejar paso a  la imaginación y asentarse en el ignoto rincón de lo que fue a pesar de la ausencia de vestigios. Algún día, Puebla de la Calzada echó a andar en la historia y se dejó adornar de la imaginación y los rumores de su cuando y su por qué.  

20 de enero de 2015

INTROITO


Llego a estos rincones misteriosos del universo digital... Y con ello quiero dejar a todo el que quiera curiosear imágenes, a través de la palabra, de un tiempo tan lejano que casi nos parece inexistente, pero en el que hombres y mujeres se enfrentaron al devenir de unos años cuando no oscuros, inciertos y que, queramos o no, son parte del armazón de nuestro hoy, son los pilares invisibles y anónimos de este siglo precipitado y un tanto amorfo.

     De forma pausada, pero sin perderse en las glorias, aparecerán datos, fechas, señas, frases y sucesos que susurraron en su momento por las esquinas apagadas de un pueblo de la Vega Baja del Guadiana con mas de quinientos años de vida, de historia que, tímida,  ha permanecido al resguardo en el polvoriento anaquel de la ignorancia.
 

      Porque merece atravesar el olvido y hacerse presente