5 de abril de 2015

EL ARCANO DE SANTO TORIBIO


     Posiblemente hace bien la historia ocultando algunos de sus hilos para que no dejemos, al menos de cuando en cuando, de mirarla desde nuestra ignorancia y preguntarnos por el momento, la circunstancia, los por qué. Quizás sea bueno que en medio de la clarividencia de nuestro tiempo, fugaz y precipitado, la historia siga manteniendo, de manera tan sutil a veces, parte de su ser y su esencia revestidos de arcano, de incógnita, de misterio. Oculto.
Inventario de Bienes (1799) AAMM.- P. Calzada
   Así, por las razones que fueran, la inquieta historia tan casquivana como filosófica y profunda, ha querido no solo que nuestros orígenes permanezcan difusos entre el quizás y el es posible, sino que también nos ha dejado, en el discurrir de los siglos y las luces, suspendida de un entramado de opiniones y sentencias, la ermita de Santo Toribio, ese lugar que todos conocemos por el nombre y que ninguno conseguimos ubicar a ciencia cierta por más que nos empecinemos en querer verla, distraída en formas y volúmenes de parecida semejanza a los que imaginamos debió tener en su día.
    Con mayor o menor interés, hemos conocido que en el siglo XVII, en Puebla de la Calzada existían, aunque durante un tiempo ciertamente no demasiado extenso, tres ermitas, de las advocaciones de los Santos Mártires, Santiago y Santo Toribio; tres puntos vivos de la fe y las manifestaciones religiosas de su gente.
     Y aunque la ermita de los Santos Mártires venció al tiempo y las circunstancias para permanecer, reformada y reedificada hasta nuestros días, las de Santiago y Santo Toribio, por unas causas u otras entre las que no podemos olvidar las carencias económicas, fueron convirtiéndose en sombras de su propio crepúsculo hasta el ocaso, ya en el siglo XVIII. Primero fue la de Santiago, que pereció a pesar de que todo parece indicar que fue la primera advocación que tuvieran tanto el primer paraje orillas del Guadiana, como la aldea nacida al amparo de la Orden de Santiago, luego villa de Puebla de la Calzada. Y cuya ubicación, ya orillas del rio o a poniente de la villa, no despierta interés alguno, y razones habrá que se disipan en las brumas del desconocimiento.
     Sabemos de ellas por el Libro de Visitas de la Orden de Santiago. En 1604 nos dice que la de los Mártires, “está començada a hacer y sacados los cimientos” y de la de Santiago, “la qual es un cuerpo de piedra y tapias y votaretes de ladrillo, tiene un portal delante de la puerta que esta al mediodía, de cuarto arcos de ladrillo…[sic] nos dice que en su retablo aparece “señor San Tiago armado en blanco con un pendón en la mano de la rienda” y en la parte baja de dicho retablo “en dos tableros de pincel las ymagenes de los vienaventurados mártires san favian y san sevastian…”[sic]
 
   ¿Guardaba la ermita de Santiago los tableros destinados al que sería, o posiblemente llegó a ser, el primitivo retablo de la ermita, en aquel tiempo todavía en construcción, de los Santos Mártires?

    La misma visita menciona la ermita de Santo Toribio que “esta junto a la dicha villa de la puebla…” Pero, ¿Dónde se ubicaba la ermita de Santo Toribio? ¿Cómo era aquella ermita? ¿Cuánto tiempo sobrevivió? ¿Qué fue de ella?
    Un censo de 1705 dice que “al levante, su advocación santo Thorivio, sin rentas”, y Juan Ramos de Solís, párroco en 1798 detalla que “al levante, mui próxima al pueblo… y los visitadores, en 1604, dicen que está “hacia la villa del montixo” Lo que parece situarla al noreste y no al sureste como apuntan algunas opiniones.    
    Los visitadores de la Orden dicen que “es un cuerpo pequeño, las paredes de piedra; tiene un altar en que esta una ymagen del vienaventurado santo torivio, tiene una puerta acia la dicha villa de la puebla con sus puertas de pino y no tiene vienes de que hacer ynventario[sic] Pequeña y sin bienes ni rentas.
   Tras el terremoto de Lisboa de 1755, la ermita quedó inutilizada y maltrecha, arruinada para siempre, como recogen varios testimonios de diferentes épocas en los años siguientes. Aquella información del párroco en 1798, la completa diciendo, “amenazando ruina desde el terremoto del 55 dedicada a Santo Thoribio de Liébana…” Y que amplia en 1799, “la imagen de Santo Thoribio de Liébana que al presente se venera en la hermita de la Virgen de la Concepción por estar amenazando ruina la suya…” [Sic]
     No tuvo nunca, como dijeron los visitadores de Santiago, bienes salvo según nos dice el párroco “goza y posee un pedacito de cercado plantado la mayor parte de viña, el cual está contiguo a la misma ermita de dicho santo. Y el producto de dicho cercado se invierte en culto del santo como es en la función de Iglesia en su día, en vestuario y ornamentos, en aseo y decencia de su altar” Que lo tenía propio, entonces, en la ermita de la Concepción.
    En el inventario que se hace en 1799 de los bienes propios de Cofradías y Obras Pías, en la llamada Desamortización de Godoy, de la de Santo Toribio se dice “a esta imagen le corresponde un zercado como de una fanega plantada de viña contigua a la ermita arruinada de dicho Santo, zercado de ballado, y existente en el Egido ansarero…” [Sic]

    Uno de los primeros bienes que se enajenan, es Santo Toribio. El 10 de mayo 1799 los maestros alarifes Pedro Gragera Mendoza y Alonso Martin Cortesano, “ an efectuado la tasación de una fanega de tierra plantada de Viñas y diez olivos nuevos que constituyen el cercado situado a espalda de dicha ermita arruinada de santo Toribio y cercado de vallado y banda y con toda inclusión lo gradúan y justiprecian en Quatro mil reales de Vellon. [Sic]
    Pero también se quiere hacer rentable el edificio ermita por más arruinado que estuviera. Y mediado el año 1800 un vecino, Cristóbal Bejarano Pozo, se interesa no solo por el “cercado de una fanega plantado de viñas y diez olivos nuevos perteneciente a la Imagen de Santo Toribio que se venera en la ermita de Ntra Señora de Concepción, por estar cuasi arruinada la perteneciente a esta imagen…” sino que esta le acomoda “ejecutarlo en unión al material que compone todo el edificio arruinado…
      Pero, posiblemente, las guerras europeas de finales del XVIII y principios del XIX paralizaron aquel proceso, porque en 1801 el expediente de tasación estaba en suspensopor las varias ocurrencias que á ocasionado el paso y existencias de tropas de acantonamiento…”[sic] El 1 de noviembre, se elige a los alarifes Juan Coca Borba y Juan Zapata para tasar el edificio y el día 2 dijeron que “han reconocido el material que contiene el edificio ermita perteneciente a la Cofradía de Santo Toribio extramuros de esta villa, confinante con la viña que le pertenece y con inclusión de bóveda, paredes, puertas y maderas sin incluir el terreno solar, lo tasan y justiprecian en la cantidad de tres mil cuatrocientos reales de vellón
   Con el precio fijado para la fanega plantada de viña y diez olivos nuevos, y el edificio, se hizo pública mediante edictos, la subasta que había de concluir con la enajenación del bien el día 22 de noviembre de 1801, cuando por los Alcaldes Ordinarios, Juan Fernández Galán y Pedro Guisado Pozo con asistencia de Pedro Mendoza, Síndico General, y Juan Ramos de Solís “cura único de esta parrochial, estando en sus casas consistoriales y habiendo determinado la publicación de la postura, después de ejecutadas varias pujas y mejoras, no habiendo quien diese más, se previno el remate del de mejor condición y lo fue Juan Evaristo Guisado de esta vezindad por el precio de Nueve mil doscientos reales de vellón pagados en moneda metálica por el edificio, material y maderas de la ermita arruinada de Sto. Toribio y su viña confinante sitas en este Egido con los linderos advertidos..” [Sic] El 14 de octubre de 1802, se libra orden para dar posesión “de la finca al comprador, real y efectivamente” que se lleva a cabo, “quieta y pacíficamente, sin contradicción, protesta ni reclama, entrando desde luego a disponer de su mejor cultivo y beneficio…” el día 16 del mismo mes.

    Las noticias sobre la ermita de Santo Toribio se pierden en ese año de 1802, pero existe documentación para permitirnos situarla con una aproximación mayor que la que dan las posibilidades que se barajan; no desaparecen las señales que nos permitan, en algún momento, localizar su ubicación a pesar de la ausencia de vestigios.

     Santo Toribio mantiene un velado arcano que, al socaire de la acaso, coloca sobre sí mismo, a veces, una tenue luz que alumbra el profuso oscuro no solo del desconocimiento con que ha llegado hasta nosotros, sino también el desteñido horizonte del dilema, aceptado siquiera en voz baja, sobre su ubicación, su lugar, y sobre si esta o aquella es un señal de su ayer, ignota señal que nadie o casi nadie ve.

     Un arcano que algún día, ¡ojalá! dejará de ser ese enigma de años que parece querer jugar con quienes miramos el ayer buscando su sombra y no conseguimos ver apenas más que un atisbo escondido en la sombra de la caligrafía gastada de unas letras sonámbulas, casi furtivas, de allende la mitad del siglo XIX.

    ¡Pretérito tiempo añejo y ajeno, refugio perpetuo de lo oculto, no por ignorado menos cierto!

1 comentario:

  1. Como siempre agradecido x despertar en mi, esta idea para tener conocimiento de lo sucedido en años anteriores.
    Pero me quedo con un vacio enorme a no tener conocimiento de donde se asentaba la Ermita de Santo Toribio.gracias x mantener en mi esta sensación de aprender lo sucedido en nuestro pueblo " Puebla de la Calzada".

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