Posiblemente
hace bien la historia ocultando algunos de sus hilos para que no dejemos, al
menos de cuando en cuando, de mirarla desde nuestra ignorancia y preguntarnos
por el momento, la circunstancia, los por qué. Quizás sea bueno que en medio de
la clarividencia de nuestro tiempo, fugaz y precipitado, la historia siga
manteniendo, de manera tan sutil a veces, parte de su ser y su esencia revestidos
de arcano, de incógnita, de misterio. Oculto.
Inventario de Bienes (1799) AAMM.- P. Calzada |
Así, por las razones que
fueran, la inquieta historia tan casquivana como filosófica y profunda, ha
querido no solo que nuestros orígenes permanezcan difusos entre el quizás y el
es posible, sino que también nos ha dejado, en el discurrir de los siglos y las
luces, suspendida de un entramado de opiniones y sentencias, la ermita de Santo
Toribio, ese lugar que todos conocemos por el nombre y que ninguno conseguimos
ubicar a ciencia cierta por más que nos empecinemos en querer verla, distraída
en formas y volúmenes de parecida semejanza a los que imaginamos debió tener en
su día.
Con mayor o menor interés, hemos conocido
que en el siglo XVII, en Puebla de la Calzada existían, aunque durante un
tiempo ciertamente no demasiado extenso, tres ermitas, de las advocaciones de
los Santos Mártires, Santiago y Santo Toribio; tres puntos vivos de la fe y las
manifestaciones religiosas de su gente.
Y aunque la ermita de los Santos Mártires
venció al tiempo y las circunstancias para permanecer, reformada y reedificada
hasta nuestros días, las de Santiago y Santo Toribio, por unas causas u otras
entre las que no podemos olvidar las carencias económicas, fueron
convirtiéndose en sombras de su propio crepúsculo hasta el ocaso, ya en el
siglo XVIII. Primero fue la de Santiago, que pereció a pesar de que todo parece
indicar que fue la primera advocación que tuvieran tanto el primer paraje
orillas del Guadiana, como la aldea nacida al amparo de la Orden de Santiago,
luego villa de Puebla de la Calzada. Y cuya ubicación, ya orillas del rio o a
poniente de la villa, no despierta interés alguno, y razones habrá que se
disipan en las brumas del desconocimiento.
Sabemos de ellas por el Libro de Visitas de
la Orden de Santiago. En 1604 nos dice que la de los Mártires, “está
començada a hacer y sacados los cimientos”
y de la de Santiago, “la qual es un cuerpo
de piedra y tapias y votaretes de ladrillo, tiene un portal delante de la
puerta que esta al mediodía, de cuarto arcos de ladrillo…”[sic] nos dice que en su retablo aparece
“señor San Tiago armado en blanco con un pendón en
la mano de la rienda” y en la parte baja
de dicho retablo “en dos tableros de
pincel las ymagenes de los vienaventurados mártires san favian y san sevastian…”[sic]
¿Guardaba la ermita de Santiago los tableros
destinados al que sería, o posiblemente llegó a ser, el primitivo retablo de la
ermita, en aquel tiempo todavía en construcción, de los Santos Mártires?
La misma visita menciona la ermita de Santo
Toribio que “esta junto a la dicha villa de la puebla…”
Pero, ¿Dónde se ubicaba la ermita de Santo Toribio? ¿Cómo era aquella ermita?
¿Cuánto tiempo sobrevivió? ¿Qué fue de ella?
Un censo de 1705 dice que “al levante,
su advocación santo Thorivio, sin rentas”,
y Juan Ramos de Solís, párroco en 1798 detalla que “al
levante, mui próxima al pueblo…”
y los visitadores, en 1604, dicen que
está “hacia la villa del montixo”
Lo que parece situarla al noreste y no al sureste como apuntan algunas
opiniones.
Los visitadores de la Orden dicen que “es
un cuerpo pequeño, las paredes de piedra; tiene un altar en que esta una ymagen
del vienaventurado santo torivio, tiene una puerta acia la dicha villa de la
puebla con sus puertas de pino y no tiene vienes de que hacer ynventario”
[sic] Pequeña y sin bienes ni rentas.
Tras el terremoto de Lisboa de 1755, la
ermita quedó inutilizada y maltrecha, arruinada para siempre, como recogen
varios testimonios de diferentes épocas en los años siguientes. Aquella
información del párroco en 1798, la completa diciendo, “amenazando
ruina desde el terremoto del 55 dedicada a Santo Thoribio de Liébana…”
Y que amplia en 1799, “la imagen de Santo
Thoribio de Liébana que al presente se venera en la hermita de la Virgen de la
Concepción por estar amenazando ruina la suya…”
[Sic]
No tuvo nunca, como dijeron los visitadores de
Santiago, bienes salvo según nos dice el párroco “goza
y posee un pedacito de cercado plantado la mayor parte de viña, el cual está
contiguo a la misma ermita de dicho santo. Y el producto de dicho cercado se
invierte en culto del santo como es en la función de Iglesia en su día, en
vestuario y ornamentos, en aseo y decencia de su altar”
Que lo tenía propio, entonces, en la ermita de la Concepción.
En el inventario que se hace en 1799 de los
bienes propios de Cofradías y Obras Pías, en la llamada Desamortización de
Godoy, de la de Santo Toribio se dice “a
esta imagen le corresponde un zercado
como de una fanega plantada de viña contigua a la
ermita arruinada de dicho Santo, zercado de ballado, y existente en el Egido
ansarero…” [Sic]
Uno de los primeros bienes que se enajenan,
es Santo Toribio. El 10 de mayo 1799 los maestros alarifes Pedro Gragera
Mendoza y Alonso Martin Cortesano, “… an
efectuado la tasación de una fanega de tierra plantada de Viñas y diez olivos
nuevos que constituyen el cercado situado a espalda de dicha ermita arruinada
de santo Toribio y cercado de vallado y banda y con toda inclusión lo gradúan y
justiprecian en Quatro mil reales de Vellon”. [Sic]
Pero también se quiere hacer rentable el edificio
ermita por más arruinado que estuviera. Y mediado el año 1800 un vecino,
Cristóbal Bejarano Pozo, se interesa no solo por el “cercado
de una fanega plantado de viñas y diez olivos nuevos perteneciente a la Imagen
de Santo Toribio que se venera en la ermita de Ntra Señora de Concepción, por
estar cuasi arruinada la perteneciente a esta imagen…”
sino que esta le acomoda “ejecutarlo en unión
al material que compone todo el edificio arruinado…”
Pero,
posiblemente, las guerras europeas de finales del XVIII y principios del XIX
paralizaron aquel proceso, porque en 1801 el expediente de tasación estaba en
suspenso “por las varias
ocurrencias que á ocasionado el paso y existencias de tropas de acantonamiento…”[sic] El
1 de noviembre, se elige a los alarifes Juan Coca Borba y Juan Zapata para
tasar el edificio y el día 2 dijeron que “han
reconocido el material que contiene el edificio ermita perteneciente a la
Cofradía de Santo Toribio extramuros de esta villa, confinante con la viña que
le pertenece y con inclusión de bóveda, paredes, puertas y maderas sin incluir
el terreno solar, lo tasan y justiprecian en la cantidad de tres mil
cuatrocientos reales de vellón…”
Con el precio fijado para la fanega plantada de viña y diez
olivos nuevos, y el edificio, se hizo pública mediante edictos, la subasta que
había de concluir con la enajenación del bien el día 22 de noviembre de 1801, cuando
por los Alcaldes Ordinarios, Juan Fernández Galán y Pedro Guisado Pozo con
asistencia de Pedro Mendoza, Síndico General, y Juan Ramos de Solís “cura
único de esta parrochial, estando en sus casas consistoriales y habiendo
determinado la publicación de la postura, después de ejecutadas varias pujas y
mejoras, no habiendo quien diese más, se previno el remate del de mejor condición
y lo fue Juan Evaristo Guisado de esta vezindad por el precio de Nueve mil
doscientos reales de vellón pagados en moneda metálica por el edificio,
material y maderas de la ermita arruinada de Sto. Toribio y su viña confinante
sitas en este Egido con los linderos advertidos..”
[Sic] El 14 de octubre de 1802, se libra orden para dar posesión “de
la finca al comprador, real y efectivamente”
que se lleva a cabo, “quieta y
pacíficamente, sin contradicción, protesta ni reclama, entrando desde luego a
disponer de su mejor cultivo y beneficio…”
el día 16 del mismo mes.
Las noticias sobre la ermita de Santo
Toribio se pierden en ese año de 1802, pero existe documentación para
permitirnos situarla con una aproximación mayor que la que dan las
posibilidades que se barajan; no desaparecen las señales que nos permitan, en
algún momento, localizar su ubicación a pesar de la ausencia de vestigios.
Santo Toribio mantiene un velado arcano
que, al socaire de la acaso, coloca sobre sí mismo, a veces, una tenue luz que
alumbra el profuso oscuro no solo del desconocimiento con que ha llegado hasta
nosotros, sino también el desteñido horizonte del dilema, aceptado siquiera en
voz baja, sobre su ubicación, su lugar, y sobre si esta o aquella es un señal
de su ayer, ignota señal que nadie o casi nadie ve.
Un arcano que algún día, ¡ojalá! dejará de
ser ese enigma de años que parece querer jugar con quienes miramos el ayer
buscando su sombra y no conseguimos ver apenas más que un atisbo escondido en
la sombra de la caligrafía gastada de unas letras sonámbulas, casi furtivas, de
allende la mitad del siglo XIX.
¡Pretérito
tiempo añejo y ajeno, refugio perpetuo de lo oculto, no por ignorado menos
cierto!
Como siempre agradecido x despertar en mi, esta idea para tener conocimiento de lo sucedido en años anteriores.
ResponderEliminarPero me quedo con un vacio enorme a no tener conocimiento de donde se asentaba la Ermita de Santo Toribio.gracias x mantener en mi esta sensación de aprender lo sucedido en nuestro pueblo " Puebla de la Calzada".