EL LIBRO DE FÁBRICA (II)
Además del producto de la venta de borregos,
lana fina, trigo, avena, habas, garbanzos o aceite que servía para el
sostenimiento de la Fábrica, como recogen los Libros de Cuentas que se
conservan en el Archivo Histórico Municipal de Puebla de la Calzada, otros ingresos
llegaban por otros medios. Unos, propios de aquellos tiempos y cuyos orígenes
se remontaban a la Edad Media, y otros, más ásperos, aunque al mismo tiempo,
por naturaleza, más reales y perdurables.
El medio de
financiación que hasta el siglo XVIII, desde allende la Edad Media, fue una importante fuente de ingresos para
instituciones como cofradías, hospitales, y parroquias, eran los censos. Comenzaba
a desvanecerse su incidencia e importancia parecer, mediado el siglo XIX, víctimas
de muchas causas y razones, entre otras, porque su esencia comenzaba a ser
propiedad de prestamistas y bancos.
El
Diccionario de la Real Academia de la Lengua, define Censo como “Cierta carga (impuesto o tributo)”, y como “Contrato
por el cual se sujeta un inmueble al pago de un canon, como interés perpetuo de
un capital recibido o como reconocimiento de la propiedad cedida”. En resumen, los censos eran prácticamente un contrato hipotecario
En el libro de Fábrica de 1834, la segunda
partida que recoge los ingresos de aquel año detalla “34 reales y 10 maravedís, que se han
cobrado de réditos de los censos que a su favor tiene esta fábrica”, citando además el nombre de los “pagadores”.
Lo que no siempre era común, y no todos los años, se producían los beneficios
esperados como se recoge en el libro de 1835 cuando dice que no existen “estos réditos porque no se ha cobrado
ninguno”
Pero parece que el año 1833 fue más
rentable, con los “Mil
trescientos veinte y ocho reales y 4 maravedís que por réditos de censos atrasados
y corrientes se han cobrado de los sujetos que a continuación se expresan” Entre otros, en una relación de 12
nombres encontramos a “Alonso
Romo, atrasos y año de esta cuenta, 116 reales”, “Juan
Pérez, atrasos y año de esta cuenta, 195 reales y 26 maravedís” o “Manuel
Cardenal, atrasos y año de esta cuenta, 9 reales y 14 maravedís”
Y aunque una de las condiciones de los
censos era que si el censatario dejaba de pagar, el censualista podía exigir
el pago total de la deuda o quedarse con el bien que gravaba el censo, no siempre
era ejecutable el derecho adquirido por el impago. En el libro de Cuentas de
1834, figura la siguiente “Observación:
En la lista de resultas de censo que acompaña a esta cuenta, se notará que no
está comprendida…., deudora de 2261 reales y 14 maravedíes por el que se había
impuesto sobre las casas de su propiedad sitas en la calle Calzada. La
poseedora murió sin otros bienes con que atender a este descubierto más que el
edificio casi del todo arruinado, razón por que no se solicitaba por morador
alguno. En este estado se pretendió el solar por Don…… , y como la Fábrica
carecía de escritura de imposición y de todo documento que compruebe
pertenecerle tal censo, de lo cual se apoyaron los anteriores poseedores para
resistir el pago, convinieron los señores Alcaldes, con anuencia del Párroco y
Mayordomo, en que se le concediese para que con plena libertad y sin gravamen
alguno, edificase una casa donde vivir su familia, según lo ha hecho.”
RECIBO PAGO AL MONAGUILLO - AÑO 1837 (A.H.M. P. CALZADA) |
No
faltan otros medios de ingresos que, a la postre, resultan extraña y
cotidianamente ciertos, inexcusables y reales como la misma cotidianeidad que
los ataviaba y aún hoy los adorna. En 1834, se recoge el ingreso por “casamientos, falla de adultos, párvulos,
misas de honras y votivas en el año de esta cuenta, 1098 reales”. En 1833, por aquellos mismos
conceptos, se contabilizan ingresos por valor de 633
reales. Y en 1835, fueron
784 los reales cobrados “que han producido en el año de la
cuenta los bautismos, casamientos, fallas de adultos, párvulos, misas de honras
y votivas”
Posiblemente con alegría se contribuía a
la Fábrica por los bautizos, de los que
tenemos detalles de los beneficios que produjeron en aquel tiempo. En
1838 se bautizaron 84
criaturas
que supusieron, 168
reales. En 1839 “ochenta bautizos, 160 reales” y en 1840 fueron 102 las criaturas bautizadas que
supusieron un total de 204
reales para las arcas de
la Fábrica. Todo ello nos permite conocer que eran 2 reales los que se pagaban por un bautizo.
Y al otro lado, los casamientos. No
sabemos cuántos se celebraron en 1838, pero sí sabemos que aquel año “por los casamientos celebrados en casa
y en la iglesia”
se ingresaron 50 reales; en 1839 se produjeron menos
casamientos porque fueron 32
reales los ingresos por
dicho concepto, y en 1840 aún fueron menos los celebrados porque solo se
ingresaron 24 reales.
Vistos en el espejo frío del detalle y el
guarismo, otros ingresos, su causa, tiñen de un cierto tono ceniza aquellas cuentas
sencillas y, a veces, cargadas de enmiendas y tachaduras que, solo en
ocasiones, alguien se paraba a salvar como corresponde.
El Libro del año 1841, recoge las cuentas
del colector, Francisco Casimiro Carrasco, “presbítero, como
colector que ha sido en los años, 1838,
839 y 840, de los derechos correspondientes a la Fábrica de la Iglesia que he
percibido como tal por los Entierros, Casamientos y Bautismos” con una casi exquisita profusión de detalles en cuanto a
ingresos, pagos y cobros pendientes.
Del año 1838, la primera
partida recoge los ingresos por “entierros
de adultos, 448 reales a que ascienden los celebrados sin misa, con una y con
dos”; en 1839 fueron “336 reales a que ascienden los
celebrados en dicho año con tres misas, con dos, con una y sin ella”, y en 1840, “370 reales que por el mismo concepto
han producido los entierros”
Pero además, en 1839 se registraron “25
reales de cinco entierros de párvulos”,
en 1839, “igual cantidad por
el propio concepto”
y en 1840, “15 reales que por
el mismo concepto han correspondido en el año que se anota”
Otra vía de ingresos eran las testamentarías. Mediante las que los
finados legaban bienes o dinero a la iglesia, aunque no siempre aquellos deseos
llegaban a buen fin. Como se detalla en 1834, cuando con el epígrafe de “Deuda” se reflejan “170 reales que debe la testamentaría
del Presbítero Don Gómez Hernández Bejarano” Y otros “486 reales y 24 maravedís que
igualmente adeuda a la Fábrica la Testamentaria de Miguel Rastrollo”
No
por triste, resulta menos real comprobar, como también se reflejan con casi una
exacta profusión de detalles, las deudas generadas por “los entierros que no se han cobrado”.
Lo que, a pesar de todo, nos permite saber que
los derechos de entierro de adultos se cifraban en 10, 20, 32 y hasta
72 reales,
hemos de creer que en función del tipo de sepelio (con tres misas, dos, una y sin ella). Posiblemente la misma razón era la
que fijaba los derechos de entierro de “párvulos” en 2 y 5 reales, de los que si en 1838 fueron dos “los impagos” en 1839 se reflejan 9 párvulos cuyo enterramiento se refleja como
impagado.
En definitiva, la
propia vida respira en los trazos ocres y apagados del libro de Fábrica; la
vida que un día, ya desdibujado tras el velo del tiempo y perdido en la callada
voz del recuerdo. Y aunque la muerte no entiende de riqueza ni pobreza, tal vez buena
parte de aquellos impagos, y otros muchos, reflejados en los distintos libros
de Fábrica de aquel tiempo se debieran a gente que además de perder a sus seres
queridos, no tenían ni dos reales para pagar al barquero el tránsito hasta la
otra orilla de su hijo.