4 de agosto de 2016


                                                    EL LIBRO DE FABRICA

    Se quiere datar el nacimiento de hermandades y cofradías, como asociaciones destinadas a fines benéficos o dedicadas al culto público, entre los siglos XIV y XV, aunque experimentarían un importante auge en los siglos XVI y sobre todo en el XVII. Al frente de ellas, siempre hubo un mayordomo, o encargado de administrar sus ingresos y gastos.
     El Libro de Visitas de la Orden de Santiago, nos da a conocer que en 1604 existían, cuando menos, en Puebla de la Calzada las cofradías de Santiago, Santo Toribio, del Hospital y de los Mártires, y sus mayordomos presentaban el detalle de apenas unos reales que ingresaban y unos pocos más que gastaban o invertían en mantener una exigua hacienda de parvos bienes materiales. Tal vez se viniera produciendo con anterioridad pero por la falta de documentación, es en 1769 cuando encontramos el nombramiento de mayordomo de “Ntra. Sra. de la Encarnación, titular de la Iglesia Parroquial”, y también de “la Fábrica de la única Iglesia Parroquial de esta villa


     Es propio asociar el término fábrica, con industria, taller, factoría, obra o inmueble, pero el Diccionario de la Real Academia Española dice que, en las iglesias,  fábrica es la “renta que se cobraba para repararlas y costear el culto divino”, y también “fondo que solía haber en las iglesias para este fin”. Así, el libro de la fábrica de la iglesia, recoge los recursos, y su movimiento, destinados a proveer todo lo necesario para el culto y el mantenimiento del edificio.  

     Aquellos fondos, la fábrica, eran el resultado de las aportaciones recibidas, entre otras, por un buen número de funciones, cotidianas y extraordinarias, que necesariamente habían de converger en la iglesia como propias. Y de las que se encargaba el sacristán. Teniendo  en cuenta que el sacristán podía ser laico o religioso, era en este último caso cuando ejercía también de colector, “eclesiástico a cuyo cargo está recibir las limosnas de las misas”. Que también el colector debía rendir cuenta de los productos que manejaba y de sus rendimientos por el buen uso de los mismos y su buena administración.
       Se han perdido los libros de cuentas del resto de cofradías, salvo los del Santo Hospital de Pobres desde 1640, y apenas los datos de unos pocos años han llegado hasta nosotros del libro de fábrica de Puebla de la Calzada, que se conservan en el Archivo Histórico Municipal. A su pesar, nos dan una idea clara, teñida de la dificultad de aquellos tiempos, de la situación que atravesaba.
        El libro de fábrica de Puebla de la Calzada del año 1834 recoge entre sus fuentes de ingresos “130 reales de 13 borregos vendidos a 10 reales cada uno” además de “503 reales y 17 maravedís, valor de nueve @ y media de lana fina vendida cada una a 53 reales” y los “34 reales y 10 maravedís que ha cobrado de réditos de los que a su favor tiene esta fábrica” y otros “440 reales que aparecen en poder de D. Francisco Casimiro Carrasco, procedentes de la colecturía del año de 32”. En 1835 se recogen “416 reales, valor de 26 borregos vendidos a 16 reales cada uno” además de “660 reales a que asciende el valor de 60 fanegas de cebada que se han vendido a once reales cada una”, o los “125 reales valor de dos fanegas y seis celemines de garbanzos que se vendieron a 50 reales fanega
     No daba aquella economía para demasiados ingresos que, en contrapartida, debían financiar los pagos necesarios y casi obligados.

     Entre los pagos de 1834 figuran “200 reales pagados al Sr. Cura por su asignación, 195 reales pagados a D. Francisco Casimiro Carrasco por sus derechos de tal”, los “220 reales al organista Diego Fernández Zarrabeitia, en ausencia de su hijo Antonio, por su asignación anual” o los “360 reales que les están asignados, pagados a los monaguillos que sirven en la parroquia

       Que corresponden al año completo de dos monaguillos, como se desprende de los recibos de pago extendidos por el mayordomo en Abril de 1837 a “Francisco Cacho, Monaguillo de la misma la cantidad de 15 reales por el mes de la fecha” y también a “Juan Antonio Lemos, monaguillo de la misma” se le pagaron “treinta reales que le corresponden por los meses…” Este recibo, firmado el 3 de octubre, dice que corresponden a los meses de octubre próximo y noviembre presente”.


      Existen también en aquel año el pago de “364 reales para la compra de seis @ de aceite, asignadas anualmente a la lámpara del Santísimo” o los “160 reales por el vino consumido en la celebración de Misas en todo el año”. Se pagó también al carpintero “por la construcción y madera de un “marco para la ventana de la Capilla del Rosario, compostura de dos facistores y hechura con madera de una mesa de tres varas con dos cajones, tiradores, fechaduras y llaves para la sacristía”, y al latonero, al que se le pagaron 165 realespor la hechura de una ventana de cristales para la capilla del Rosario, componer sus cuatro faroles y el del óleo”; o los 300 reales pagados al albañil por “un jornal y el de un peón, correspondiente a veinte días que invirtió en componer la capilla de la iglesia y enladrillar la sacristía”. Además de los 30 reales que se pagaron “al fabricante de ladrillos, valor de 600 que se le compraron para solar la sacristía” o los 240 reales pagados a “la Lavandera, Costurera y Planchadora por asistir la ropa de la Parroquia

     En 1835, entre otros, se reflejan 200 reales para “reedificar un pedazo de la casilla de la Iglesia, que estaba arruinado y en el día se encuentra abilitado” [sic], 152 reales “por refregar, sacudir y asear toda la parroquia con renovación de pintura en la cenefa que rodea toda su circunferencia interior”, 85 reales “por valor de un ule para el altar mayor” [sic] o los 10 reales “pagados al amanuense que formo las listas de cobranza de censos y rentas”.

      En 1838, los gastos más importantes se hicieron en pagar 339 reales “por las 6 @ de aceite asignadas a la lámpara del Santísimo”,  comprar “4 docenas de escobas, 13 varas de encajes, 4 ropones, tafetán para la banda, 10 libras de jabón para el aseo de la ropa, 2 cargas de picón, un ysopo de metal” [sic], en la “compostura de llaves de la Iglesia” y en “obras en la sacristía, con materiales”. El citado Francisco Casimiro Carrasco, firma el 28 de diciembre de aquel año, un recibo “como Sacristán de esta Iglesia Parroquial, recibí del Mayordomo de Fábrica la cantidad de 168 R.V. que como tal sacristán se me tienen asignados


      Llama especialmente la atención, el capítulo de ingresos reflejados de aquellos años y sus detalles, así como el de deudas, principalmente referidas a aquellos actos y ceremonias que, habiendo generando unos ingresos, habían resultado impagados.